domingo

¿Acaso lo más viejo no se entera siempre de la llegada de lo nuevo?

Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí. Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo. Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos. Y esas montañas, por ejemplo, tienen nombres... Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo, pero sus verdaderos nombres son los antiguos. La gente que vio cambiar estas montañas las conocía por sus antiguos nombres. Los nombres con que bautizaremos las montañas y los canales resbalarán sobre ellos como agua sobre el lomo de un pato. Por mucho que nos acerquemos a Marte, jamás lo alcanzaremos. Y nos pondremos furiosos, ¿y sabe usted qué haremos entonces? Lo destrozaremos, le arrancaremos la piel y lo transformaremos a nuestra imagen y semejanza. - No arruinaremos este planeta - dijo el capitán -. Es demasiado grande y demasiado hermoso. - ¿Cree usted que no? Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenernos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas. No pusimos quioscos de salchichas calientes en el templo egipcio de Karnak sólo porque quedaba a trasmano y el negocio no podía dar grandes utilidades. Y Egipto es una pequeña parte de la Tierra. Pero aquí todo es antiguo y diferente. Nos instalaremos en alguna parte y lo estropearemos todo. Llamaremos al canal, canal Rockefeller; a la montaña, pico del rey Jorge, y al mar, mar de Dupont; y habrá ciudades llamadas Roosevelt, Lincoln y Coolidge, y esos nombres nunca tendrán sentido, pues ya existen los nombres adecuados para estos lugares.
- Ésa será la tarea de ustedes, los arqueólogos: encontrar los viejos nombres. Nosotros los usaremos. - Unos pocos hombres contra todos los intereses comerciales... - Spender miró las montañas de hierro -. Ellos saben que estamos aquí esta noche, escupiendo en el vino de ellos, y puedo imaginar cómo nos odian. El capitán meneó la cabeza. - No hay odio aquí. - Escuchó el sonido del viento -. Por el aspecto de estas ciudades, parece que eran seres graciosos, hermosos y sabios. Aceptaron lo que traía el destino.

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